domingo, 3 de octubre de 2010

Capitulo 7: Dudas

Jack Mattews se levantó de la cama, se sintió solo. Hacía frio, por la mañana siempre hacía frio entonces, aún no era lo suficientemente lluvioso y oscuro como para considerarlo otoño y demasiado tarde para que fuera totalmente verano. Se puso de pie delante del armario de su habitación. Tenía los ojos hinchados, no había dormido apenas. Ultimamente tenía dudas, dudas sobre él mismo. Salió de la habitación, el pantalon del pijama se le arrastraba por debajo de los pies, eran las nueve de la mañana de un domingo cualquiera. Abrió el gran ventanal del comedor y respiró profundamente, todo estaba en calma. El sol brillaba en el cielo azul claro mortecino y todo estaba mucho más tranquilo que de costumbre, se apoyó en el alféizar cuando escuchó un ruido, dió un traspiés y casi se cayó por el ventanal. -¿Qué narices estás haciendo ahí?- Le dijo a Tom girándose mientras le descubría espiándole en silencio. -Perdona- dijo él tembloroso -Tenía sed, me he despertado y estaba yendo a por un vaso con agua... A propósito ¿Qué estás haciendo? No pretenderás tirarte por la ventana ni nada así ¿no?- De pronto Jack recordó que casi se había caido y se alejó de la ventana, se tiró al sofá y resopló con resignación. Tom se sentó a su lado con el vaso de agua en la mano. Al cabo de unos segundos Jack se giró buscando la mirada de Tom -Oye tio, yo... ¿Te parezco atractivo? Quiero decir, si a ti te gustaran los hombres... ¿Tu saldrías conmigo?- Tom fue a beber y justo entonces se atragantó. - Dios, Jack, pero ¿Qué coño estás diciendo tio? Creí que tu entendias que a mi no me va ese rollo para nada, te quiero mucho pero como un amigo, hermano nose pero no así- Tom llevó el vaso a la cocina y se limpió con un trapo -No, si eso ya lo se, el problema no es ese, el problema esque a veces dudo entre si debería hacer feliz a mi padre i convertirme en hetero, o seguir solo como hasta ahora- Se escuchó el estruendo de un vaso cayendo al suelo y rompiéndose. -¿Perdon? A ver a ver a ver- Tom vino corriendo y saltó al sofá -Me estás diciendo que el gran Jack Mattews, el gay por excelencia, que va a manifestaciones y mas de una vez ha rociado a un homófobo con spray rosa en los ojos... ¿Está dudando de su sexualidad?- Jack se agarró al cojín con la expresión de miedo en los ojos -No digo que esté dudando... solo que quizás... debiera probar cosas nuevas... quizás- Tom sonrió malevolamente. -Bien... ¿Recuerdas que tu has estado todo este tiempo intentando llevarme a bares de ambiente? Pues ahora me toca a mí.- Y sonriendo dulcemente salió de la habitación
-Por cierto, ponte guapo- dijo una vez fuera.

miércoles, 22 de julio de 2009

Capítulo 6: Dayane


Despertó justo cuando el sol rozaba sus cortinas de seda de importación. Miró al techo mientras exhalaba un suspiro casi inaudible. Cerró los ojos y se volvió, al darse la vuelta contempló la gran cama de matrimonio vacía, se sentía sola, se deprimió. Cada mañana le pasaba exactamente lo mismo. Las mismas emociones, los mismos sentimientos.La chica que lo había tenido todo fácil, o eso pensaban los demás. Se había casado, sí pero no con el hombre al que ella amaba, sino con el que había querido su padre. El chico en cuestión no es que tuviera mucho dinero, tampoco su familia tenía contactos ni era poderosa, solamente contaba con que sabía que nunca abandonaría a su hija. Desde el instituto Dyane le hablaba de él, que siempre estaba por ella le decía, así que creyó que sería lo mejor, hasta que hace nada se marchó. Un día sin avisar, se había marchado sin decir nada. Ya no había vuelta de hoja. ¿Qué era lo que había hecho mal? Necesitaba ayuda para superarlo. Su padre se equivocaba, el único motivo por el cual le había elegido para casarse con su hija se había arruinado.Bajó a desayunar, pero no tenía mucha hambre, así que se sirvió unos cereales en un bol y se tomó un zumo de manzana, luego se fue; tenía una reunión importante.Dayane trabajaba como directora creativa en una agencia publicitaria de su padre, que además también tenía dos multinacionales en las que quería gente de confianza, pero al marcharse el marido de su hija tuvo que poner a trabajar a gente de su propia familia, a pesar de que él sabía que lo único que quería esa gente era adueñarse de las multinacionales que tenía él. De todas formas ella lo único que soñaba era que algún día alguien la quisiera de verdad, y no por el dinero de su padre. Recordaba que en el instituto le hubiera gustado salir con un chico, se metía en bastantes líos, pero a ella le gustaba pensar que en el fondo era un buenazo; ese chico era Jack Mattews.Siempre se había arrepentido de no haberle dicho a Jack lo que sentía por él, pero tampoco sabía si le hubiera correspondido, así que aquella mañana Dayane tuvo una idea. Le dijo a su padre que pasara lo que pasara quería recuperar a su marido y que si él no iba a mover un dedo ella sí que saldría a buscarle, pidió unos días libres a su padre y se dispuso a buscarle. Pensó que Tom no era un hombre al que le gustaba ver mundo, además era más bien urbano, así que el único sitio cerca de allí que le pareció que le parecería lo suficientemente grande para esconderse cerca de casa era Nueva York, la gran manzana.Su padre le dio su aprobación a regañadientes, porque sabía que daba mala imagen a la familia eso de que el marido de su hija se hubiera fugado nada más casarse con ella, resultaba sospechoso.Ella no se tomó un lujo tan innecesario como Jack al trasladarse, simplemente cogió el coche, su brillante Jaguar XJ verde esmeralda, y cruzó el puente; así fue como Dayane se trasladó también a Nueva York.

miércoles, 15 de julio de 2009

Capítulo5: El cubo de pollo, el ascenso y los grandes problemas de Tom

Al ver la nota que había en el sobre lo primero que Jack dijo fue –Dime que esto es una broma…– Tom le miró incrédulo –…porque en mi vida he visto una rima más mala– Comentó luego. Tom pensó por un momento como podían haberse enterado de su paradero y lo que es peor aún, quién se había enterado, porque según quien le hubiera encontrado estaba perdido. Podía contemplar el rostro de Jack, que de pronto había cambiado de un semblante incrédulo y chistoso a uno preocupado y no sabía si esto se debía a la preocupación que sentía por Tom o la que sentía por él mismo, en un arranque egoísta por preservar su intimidad. –Espero que no se piensen que estamos liados o a tu mujer le va a dar un ataque– Le dijo finalmente aun con la expresión seria, y dicho esto se fue hacia la cocina –A mí este tipo de cosas me dan hambre– Le gritó desde la cocina –¿Quieres algo de comer?– Tom mientras tanto no podía pensar en otra cosa que no fuera el sobre de entre sus manos y la reacción de su esposa al enterarse de donde estaba. Tiempo le faltaría después para presentarse allí, no se lo quiso ni imaginar. –Jack, sé que no es problema tuyo… y no quiero que tengas problemas por mi culpa, así que entendería que quisieras que me marchara– Entonces Jack corrió hacia el sofá se le puso delante y le señaló amenazadoramente –Tú no te mueves de aquí; además si tú te fueras… ¿quién me pagaría a mí el alquiler hasta que encontrara trabajo?– Jack necesitaba una excusa para obligar a Tom a omitir su marcha, así que creyó oportuno utilizar el egoísmo como hilo conductor, pues Jack era de los que creían que el fin justifica los medios. Finalmente Tom cedió, como era de esperar, y el efecto manipulador que Jack había ejercido sobre él había podido con la obsesión de culpabilidad de este.Jack se fue a la cocina por segunda vez –Si no dices nada decidiré por ti– Le gritó desde la cocina, pero Tom no podía decir nada, estaba demasiado preocupado como para comer, más preocupado incluso para respirar. Se quedó allí, mirando las fotos y la nota, sin saber qué hacer ni qué decir; contempló incluso el hecho de llamar a su mujer, pero luego pensó que si aquella especie de detective anónimo no le había dicho nada aún aquello sería adelantar el problema aún más, lo que no le convenía; además, ¿qué le diría después de tanto tiempo? Tanto tiempo moral, por supuesto ya que el tiempo que había pasado desde que se fue hasta entonces era poquísimo.
Jack puso mesa para dos. La mesa era cuadrada, para cuatro así que sobraban sitios, pero se pusieron uno frente al otro –Tenemos que hacer algo, si descubre dónde estás, tu mujer y su familia te meterán tal demanda que terminarán de pagarla tus nietos. – Tom no abrió la boca, su nivel de preocupación se disparaba por momentos y cada vez se sentía más impotente y deprimido. – ¿Pues sabes que te digo? Que vamos a salir, tenemos que dejar de pensar en los problemas y las soluciones vendrán solas, o eso decía mi abuela– Tom miró a su amigo a los ojos, no creía que eso fuera a resolver su problema, en realidad pensaba que lo agravaría, pero ya nada podía ir peor, ya nada le importaba, así que salieron a divertirse una vez más.

Mientras tanto alguien aguardaba detrás de la esquina de su misma calle, observó como salían y les siguió hasta un bar de copas del centro, y pidieron al camarero un mojito cada uno. Su perseguidor andaba cerca, pero no advirtieron su presencia. Estuvieron hablando y bebiendo hasta las tres de la mañana, más tarde se marcharon como pudieron a casa, no tuvo nada interesante que escribir ese día, nada para incriminar más de lo que ya tenía, así que subió al coche y se fue a casa. Llegó sobre las cuatro de la madrugada, aunque no le importó demasiado ya que no tenía un trabajo fijo. Andaba de aquí para allá cobrando por lo que le mandaban, iba con la cámara de fotos donde le decían y siempre esperando que surgiera un comprador mejor para su obra; nunca entregaba el trabajo recién hecho, esperaba pacientemente alguien a quién le interesara más y el que más pujara se quedaba con el trabajo. Esta vez la habían contratado los Marries ya que el marido de su hija se había casado hacía muy poco y su marido acababa de desaparecer, pero le había encontrado. Sabía que se escondía allí, en Nueva York, que convivía con aquel tal Jack y que posiblemente tuvieran una relación. No había nadie en casa, casi nunca había nadie porque prefería la vida en soledad le resultaba difícil convivir con alguien compartiendo piso, aunque de vez en cuando le gustaba disfrutar de un poco de compañía, por eso no entendía como Tom se podía haber ido a vivir con alguien al que prácticamente ni siquiera conocía. Sintió como si se le escapara algo y decidió que debía investigar más, de todas formas ya era muy tarde así que decidió irse a dormir.

Al día siguiente nada más salir de casa Tom miró a los dos lados de la calle, no porque tuviera que cruzar la calle, más bien porque tenía miedo de que le siguieran. Cogió el metro como cada mañana para dirigirse a la oficina y se dio cuenta de que había llegado a su parada justo cuando el metro empezaba a hacer la señal del cierre de puertas, así que no le cerraron en las narices de milagro. Justo delante de la boca de metro se alzaba el colosal edificio de Fashion & U y desde allí imponía mucho más que desde dentro. Nada más entrar dejó las cosas en su escritorio y empezó a atender llamadas, después se dio cuenta, su jefa no había llegado aún. Dos horas más tarde ella apareció con un cubo de estos de los restaurantes de comida rápida lleno de alitas de pollo. Tom se quedó boquiabierto al ver el tipo de desayuno que era capaz de asimilar en el cuerpo la mujer, entonces ella le miró desde sus anticuadas gafas de media luna – ¿Qué narices estás mirando? Por mucho que me pongas ojitos tiernos no te voy a dar. Y trae algo para regar esto anda que ya estás tardando– dijo ella berreando de mala manera. Tom pensó que como se le ocurría pensar que le estaba mirando con ojos tiernos si cada vez que miraba a aquella mujer no le salía. Decidió no darle más vueltas y irse a por el café. Pero cuando le estaba trayendo el café solo y con dos terrones de azúcar se dio cuenta de que alrededor de su mesa había un círculo de personas mirando atónitas. Nadie hacía nada y la mitad de los presentes estaban temblando. Tom se acercó más deprisa para ver lo que sucedía y así pudo ver como Agnes estaba atragantándose con un hueso de pollo. –Pero qué estáis haciendo, ¿alguien ha llamado a una ambulancia?– dijo Tom al borde de la histeria. Vanessa corrió hasta el teléfono de su mesa y marcó el número rápidamente y los demás fueron a avisar a algún superior para decirle lo que estaba ocurriendo. Únicamente Marshal y uno de los gemelos, Tom aún no podía distinguirlos se quedaron a su lado mientras él intentaba reanimarla mediante un masaje cardíaco. No sabía como tenía colocado el hueso del pollo en la garganta así que pensó que quizás el boca a boca no sirviera ya que era posible que su jefa tuviera la tráquea obstruida completamente por el hueso, así que se decidió a pedir a sus compañeros un bolígrafo de estos que pueden desmontarse, y le hizo un orificio justo en la tráquea para que pudiera respirar. Justo entonces apareció el jefe que se abrió paso entra la multitud de sus acompañantes preguntando “¿Qué pasa aquí?” y al verlo llamó a la ambulancia de nuevo para asegurarse de que venían segundos después ya se escuchaba la sirena de la ambulancia bordeando la calle. Se la llevaron en cuestión de minutos y todo el mundo empezó a murmurar y a mirarle. Tom se sentó en la silla de su jefa y miró el cubo de pollo que había caído al suelo bocabajo y pensó que justo era lo que había necesitado, un susto para replantearse toda su vida, esos hábitos de alimentación, esos hábitos de tratar tan mal a todo el mundo y una serie de cosas que no podían continuar así. Estando sentado no se dio cuenta de que llevaba demasiado tiempo sentado allí y que el jefe se estaba acercando donde él se encontraba. Él chico se dio cuenta cuando no quedaba tiempo para reaccionar y solo se levantó apresuradamente de la silla y nervioso por si le decía algo de porqué no estaba trabajando. –Mira Tom, quería proponerte, ya que veo que te queda bien el sitio si quieres ocupar el puesto de Agnes hasta que ésta se recupere, solo para ver si estás más capacitado de lo que creemos y como “premio” pos haberle salvado la vida a una de nuestras redactoras. – le dijo el jefe. A Tom le desapareció el nerviosismo de golpe y entonces le asaltaron las dudas –Verá, me halaga mucho que tenga tan buena impresión de mí, pero como usted comprenderá es mi segundo día trabajando aquí y me temo que pueda venirme un poco grande el puesto– Le dijo él sin entender lo que le estaba proponiendo –Yo creo en ti Tom– Dijo el hombre poniéndole la mano en el hombro y sonriendo en señal de aprecio. –Entonces… ¿quién atenderá los recados para Agnes y para mí? Me parece demasiado trabajo señor– Le replicó Tom –Tenemos tiempo de buscar a una secretaria, a un redactor no, el puesto es tuyo necesitamos un artículo en dos días ya sabes en qué columna trabaja Agnes, ¿no? Puedes trabajar en casa para este artículo, luego vuelve, ya tendremos una secretaria para ti– Dicho esto se marchó. Tom recordó el momento “secretaria, redactor” y pensó que su jefe era un poco machista, al fin y al cabo él era secretario… hasta ahora. Ya no había vuelta de hoja y tenía que terminar un artículo que no había empezado en dos días, y claro está documentarse sobre el tema. Tom no tenía ni idea de nada sobre la salud para el cuerpo así que decidió irse a casa y trabajar en el tema, justo entonces Vanessa le abordó en la puerta –Me parece muy heroico lo que has hecho hoy Tom, estoy segura que la mayoría de gente que había mirando solo quería asegurarse de que se moría– dijo riendo tímidamente –ha sido muy gentil por tu parte ayudarla– Tom pensó entonces que tal vez ella le pudiera ayudar. –Vanessa ¿Tú por casualidad no sabrás nada de la columna que escribe Agnes? Es que el jefe me acaba de conceder su puesto temporalmente y me ha dado dos días para escribir un artículo que no sé de qué va, así que comprenderás que me sienta un poco perdido ¿no? Me gustaría que me ayudaras– Ella se quedó pensativa unos segundos –Por supuesto que sí, pero espera a que termine el horario laboral, no quiero dejar colgado a Will. Will es mi jefe ¿sabes? Es un chico joven y simpático pero está un poco deprimido porque no consigue que las mujeres se fijen en él… así que más que atenderle las llamadas le doy apoyo moral, así se anima un poco, de todas maneras si te va bien luego podría pasarme por tu casa– Tom asintió con la cabeza y le apuntó la dirección en una servilleta, luego recogió sus cosas, se puso las manos en los bolsillos y salió del edificio con intención de marcharse a casa. Quería tumbarse un rato en la cama para asimilar todo lo que le había pasado en el trabajo hoy. Así que nada más llegar se tumbó en la cama. No había nadie en casa. Eran tan solo las once y cuarto de la mañana y sabía que Jack no vendría hasta las dos, y que Vanessa tal vez se presentara de cinco y media a seis, así que pensó en tomarse una pastilla para el dolor de cabeza y echarse a dormir hasta que Jack le despertara.







Doy las gracias otra vez a mi suoer aichi jiii ^^. por los dibujos.

lunes, 6 de julio de 2009

Capítulo 4: Noviazgos fructíferos y noviazgos destrozados


El día de Tom fue bastante peor en relación al de Jack. Tom era un recién contratado en una revista de moda, la revista “Fashion & U”. El secretario de una de las redactoras con una de las posiciones más bajas de la revista. El primer día le informaron sobre todo lo que tenía que saber en la empresa. Marshal, que así se llamaba el hombre que le había entrevistado un día antes se dedicó a enseñarle las oficinas, y estando de pié a su lado y no detrás de aquella fría y amenazadora mesa de escritorio, parecía un tipo amable, aunque un poco singular. Puede que fuera su colorida ropa, atrevidos colores, pero siempre a la moda o quizás ese acento inglés tan pijo o su altura, casi alcanzaría el metro noventa, pero no le daba tanto miedo como el día anterior. Entraron al departamento y cruzaron varios pasillos en los cuales todo el mundo trabajaba frenéticamente, le llevó hasta una gran estancia en donde las paredes eran plafones para separar el espacio, supuso que para aprovecharlo al máximo, a excepción de unas grandes puertas de roble que habían al lado del pasillo de la entrada. Había seis puertas de roble, tras las cuales se escondían los peces gordos, o eso creía su mediocre lógica. –Tú trabajarás con Agnes Smith, es la redactora de la columna de “Salud para tu cuerpo” y tú serás su secretario, ¿De acuerdo? – y sin esperar siquiera a que contestara prosiguió –Bien, pues ahí te dejo, preséntate y dile que le harás los recados, no te enrolles, así ella estará contenta. Venga suerte– Dicho esto se fue. Tom se quedó solo frente al escritorio y detrás del plafón sabía que se encontraba su jefa, así que fue a presentarse. Salió de detrás del plafón y poniéndose en frente suyo dijo: –Buenos días, soy Tom Barris, desde hoy seré su secretario, espero que…– sí, entonces se paró de golpe. La miró de arriba abajo sin darse cuenta, una gran indiscreción por su parte, ya que erróneamente Tom había pensado que la columna de “Salud para tu cuerpo” debería haber sido regentada por alguien rebosante de salud y lo que esa mujer ofrecía sin duda era un evidente sobrepeso, una sonrisa inexistente y una cara de odio que no le daba muy buena impresión; además de su peculiar apariencia física también le habló, para terminar de rematar la jugada –No me vengas de buenas a primeras haciéndome la pelota, chico. No me gustan los pelotas; vete un rato y vuelve con un café para mí anda y a ver si eres rápido que tengo que empezar a trabajar ya– Dicho esto, la extraña mujer se rascó la entrepierna como si fuera un animal o simplemente alguien muy mal educado y se sentó con desgana en su silla sin tener en cuenta que posiblemente el respaldo del asiento no duraría por mucho tiempo si seguía sentándose así aunque, por como era, supuso que no debía importarle mucho; así que después de pensar esto se marchó a por el café de su jefa, más tarde se dio cuenta de que ni siquiera sabía como le gustaba el café así que se preguntó si sería malo volver para preguntar, se sintió en peligro así que no se le ocurrió volver y consideró algo que creyó más inteligente, preguntar a sus otros compañeros de trabajo; y después de la jornada laboral volvió a casa, llovía y no se había llevado paraguas, pero nada de eso le importaba, solamente tenía en mente el horroroso día que había tenido.Llegó a casa y nada más abrir la puerta vió salir a toda prisa una sombra que se escurrió por las escaleras; extrañado cerró la puerta tras de sí y señalando la salida le preguntó a Jack: –Dios mío, ¿Por qué has metido a Twister en casa? No habrá destrozado nada, ¿verdad?– Le dijo con los ojos como platos –Que va… si es muy dulce… ¿Qué dices de un tornado? No, hombre si era Ryan– Tom puso los brazos en jarras – ¿Y puedes decirme por qué narices has dejado entrar a casa a ese loco otra vez? ¿Y qué narices te ha dicho?– Le dijo enfadado –Más bien ha hablado poco… y le he dejado entrar porque le he invitado yo. ¿Sabes lo que pasa? Resulta que esta mañana he adoptado un tipo de actitud… que le ha atraído y no sé por qué, y nada que se ha venido conmigo y hasta ahora. ¿Te apetece un whisky? Pareces cansado– Dijo dirigiéndose hacia la cocina. –Pues ya ves… ¿Y ha dejado a su novia entonces? No, lo digo más que nada porque si se ha venido contigo será porque lo ha aceptado por fin, ¿no? – Jack cogió dos vasos les puso hielo y de espaldas a su compañero le dijo –Bueno… y hablando de cosas que han pasado hoy… ¿Qué tal te ha ido tu primer día?– Tom no se dio cuenta de que había cambiado de tema y aun si se hubiera percatado no le habrá dicho nada, pues estaba demasiado deprimido como para llevarle la contraria. –Mi jefa es un asco, no soporto que se rasque la entrepierna en público…– entonces Jack se giró y le puso cara de perplejidad, aunque Tom enfrascado en lo que contaba no se dio cuenta –…eso para empezar, luego además me ha pedido un café y como no me he dado cuenta de que no le he preguntado como le gustaba les he tenido que preguntar a mis compañeros. No sabes la de raros que tengo como compañeros– Jack se acercó con los vasos y le tendió uno a su amigo, este se quedó mirando el fondo del vaso como si buscara algo, puso los ojos en blanco y siguió –Bueno, el caso es que le pregunté a una chica guapísima, una tal Sophie, me parece; ella me ha dicho que ella solo sabe hacer el café del señor Angus y que lo siente mucho por mí, que Agnes tiene bastante mala fama y mucha mala baba. Después ha venido Vanessa, una chica muy simpática por cierto, pero la verdad es que no era muy… como diría… muy agraciada. Ella me ha dicho como le gustaba y que más valía que no se me olvidara, porque sino me lo haría pagar, bueno hay unos cuantos más, pero no les conozco y tampoco sé nada de ellos, supongo que con el tiempo les conoceré más– Jack se rió por lo bajo –Creo que ni en un millón de años, están todos locos– dijo riéndose alocadamente –Perdona, pero es que la situación es surrealista, tu jefa ahí… Dios mío– Entonces un timbre inesperado rompió la cotidianidad de la escena doméstica. Jack se extrañó, y al ver que se extrañaba también se extrañó Tom –Quizás sea Ryan, se puede haber dejado algo– Dijo Tom. Jack no parecía tan convencido como él –Tengo un mal presentimiento– Jack fue a abrir la puerta y le encontró allí, a Ryan, sí; pero más serio de lo habitual y con un sobre marrón de estos largos en la mano. –Jack, te juro que no sé de qué va esto, pero como yo tenga algo que ver o mi novia se entere de algo te vas a enterar. Mi noviazgo es lo suficientemente fructífero como para que ahora vengas tu y…-–Yo no he hecho nada que tu no quieras ¿Qué narices es esto? Y si no sabes nada de esto ¿por qué eres tú el mensajero?––Ha venido un hombre en una limusina negra y me ha dicho que era para Jack Wells y Tom Barris, yo no sé en qué narices os habréis metido pero yo no quiero formar parte de esto así que me marcho– Dicho esto le dio el sobre a Jack y él mismo cerró la puerta sin decirles adiós ni despedirse siquiera.–Ábrelo, a ver que es– Le dijo Tom. Jack se sentó en el sofá, a su lado, había fotos de ellos dos la noche que salieron de marcha. Luego también había una carta de estas que están hechas con distintas letras de revistas i periódicos. Ponía “El heredero de la casa Marries se ha fugado, pero lo hemos encontrado. Su mujer se habrá alegrado, cuando se dé cuenta de que su matrimonio no se ha destrozado”.
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(quiero agradecer la colaboracion de la caracterización a mi queridisima amiga Ai [I love UU ^^.♥])

viernes, 3 de julio de 2009

Capítulo 3: El valor, una virtud que pocos poseen

Entraron en un puf del centro de la ciudad. Las luces de neón les impedían ver la mayor parte de la sala, aun así pudieron acercarse a la barra sin problemas. Tom pidió un whisky y Jack un Baileys, se sentaron en la barra del puf y estuvieron un rato charlando. Después de algunas copas un chico se sentó al lado de Jack; le miró con unos ojos verde brillante y unos carnosos labios rojos, a pesar de lo poco que se veía, Tom vio al chico susurrándole algo a Jack, y acto seguido se lo llevó a bailar entre la gente. Tom se quedó solo, en la barra, mirando como bailaban; por la pinta parecía gay, pero Tom pensó de pronto que si fuera gay se habría ido a un bar gay, aun así Tom tenía razón, y se había ganado completamente a Jack. Tom volvió a casa antes que Jack y su acompañante. Entraron los dos juntos, y prácticamente se caían de lo ebrios que iban. “¿Cómo puede traerse a casa a un desconocido con la intención de tirárselo?” Pensaba Tom. Él no era de los que entendieran el concepto de que el amor y el sexo pudieran coexistir completamente separados y en dos campos muy distintos, por eso la idea le sonaba rara en la cabeza. Más tarde, entre gemidos de placer y algún que otro orgasmo, Tom escuchó algún “Te quiero” que no encajaba en ningún sitio; entonces se dio cuenta de que Jack tampoco entendía la idea de separar el amor del sexo, y sabiendo que seguramente le harían daño a su amigo, Tom se durmió esperando que el siguiente día se levantara con buen pie.
El día siguiente, aun estando Tom dormido en su cama, Jack apareció por la puerta, vestido con un albornoz blanco y con una lagrima rodando por su rosada mejilla. Tom se despertó sobresaltado al ver que alguien se había metido en su cama. –Ah, eres tú. Perdona, pensaba que sería tu amigo, o algo así.- Le dijo al verle. Jack no le prestó atención. Estaba acurrucado a su lado sollozando no le dijo nada. Tom le abrazó; pensó que era lo mínimo que podía hacer ya que no sabía que podía decirle para que se sintiera mejor. Estuvieron un rato abrazados hasta que Jack habló –Ryan se ha marchado. Me ha dejado esta mañana- luego hizo una pausa –Me ha dicho que tenía una cita con su novia, que no la podía dejar porque ella le quiere mucho, y que su familia no lo vería bien, al parecer nadie sabe que es gay.- Tom le abrazó más fuerte –Shhh, cálmate vamos, todos dicen lo mismo, lo que tú has hecho es muy valiente ¿sabes? No todo el mundo se atreve a mostrarse tal y como es delante de su familia y sus amigos. Ese tío no te conviene, no es digno de tu compañía.–Es muy fácil decir eso, pero nadie me ha querido nunca y no puedo seguir toda la vida diciendo que nadie me merece, es muy egoísta por mi parte.–No digas eso tonto, hay mucha gente que te quiere: tus amigos, tus padres…–Eso no me basta, necesito a alguien diferente, que no me quiera por compromiso, que no decida si juzgarme, que me quiera por lo que soy.–Yo te quiero por lo que eres Jack- Jack le miró a los ojos sin comprender. Tom se apartó de él en un gesto brusco. –Lo siento, no quería decir…- Jack se quedó acurrucado entre las sábanas con su albornoz y cambió de tema –Espero no molestarte mucho si me traigo a alguien de vez en cuando, de veras.- dijo con voz apagada. –No te apures- dijo Tom con una sonrisa en los labios –no me molesta.- Acto seguido salió por la puerta, y comunicándole que tenía que marcharse a una entrevista de trabajo se marchó. Jack se quedó solo, sin moverse de la cama de Tom; la brisa fresca le daba en la cara junto con los primeros rayos de sol. Se sorprendió a sí mismo oliendo las sábanas de su compañero, pero cuando se dio cuenta prefirió ir a vestirse para no llegar tarde a su primer día en una de las escuelas de cocina más prestigiadas de Nueva York.
Cuando llegó a la escuela se encontró con que el mundo con el que había soñado todos aquellos años era real. Se lo imaginaba menos estricto, aun así le valía; toda su vida había soñado con aquel momento, y ahora había llegado. Se hallaba en la puerta, y no sabía por qué, pero algo le impedía entrar, finalmente se decidió. Dentro había un inmenso pasillo, lleno de diferentes aulas, y al final de este una gran escalera de madera anciana, pero debidamente restaurada. En la puerta de cada aula había escrita una especialidad: entrantes, primeros, segundos, postres, entre platos, cocina creativa… Jack encontraba aquel uno de los lugares más mágicos de la tierra. Miró en su horario la clase que le tocaba, y entró a su primera clase, entonces se encontró con lo que menos le apetecía en aquel momento, Ryan. El chico miró a Jack como si fuera al último que quisiera encontrarse, y en cierto modo era verdad. Se puso a su lado simulando una situación normal. – ¿Qué pasa? ¿Es que ahora me persigues?- Le dijo Ryan con cara de pocos amigos –No he tenido tanto tiempo de averiguar tanto de ti, no te apures. Es curioso, no sabía que tu novia fuera la cocina.–Y no lo es, mi cita era hace una hora. Sigo sin saber que haces aquí.–Lo mismo que tú, por lo que parece; es mi primer día, y me acabas de endulzar el postre- Dijo cínicamente.
Tom estaba en la sala de espera. Esperaba que saliera de la sala otro aspirante al puesto. Deseaba que el aspirante saliera de la sala sin el puesto; sabía que era egoísta, aun así lo necesitaba. Esperaba en la sala con decenas de aspirantes a su puesto, y sorprendentemente había más hombres que mujeres, el puesto al que aspiraba Tom era el de secretario. Estaba sentado al lado de decenas de personas que querían el mismo puesto que él, y solo había una vacante. En la sala de espera todo eran miradas furtivas, y por fin salió otro aspirante más de la sala. Se le veía bastante deprimido y con la cabeza más agachada de lo normal. Seguidamente le llamaron a él. Por suerte tenía experiencia y referencias en Manhattan, aun así no estaba seguro de que le fueran a coger. Cuando se sentó en la silla en frente del entrevistador le atacaron los nervios. El entrevistador confirmó sus datos y sus referencias, y a continuación le preguntó: – ¿Usted porque quiere trabajar aquí?- Tom se pensó mucho la pregunta, ya que sabía que si no contestaba lo que el entrevistador quería oír se habría acabado, entonces intentó montarse una historia emotiva para que se ablandase. –Mire, yo he cogido varios trabajos como este, me gusta trabajar en esto y realmente me relaja. Podría seguir estudiando, pero escapé de Manhattan sin dinero, huí recién casado, y ya sabe como son las mujeres, es mejor no volver en una temporada… Hasta que le den la nulidad matrimonial por desaparición. Por lo demás estoy bien, no se crea; vivo en un piso compartido, pero tendría que pagar alquiler y necesito un trabajo para esto, no me importa que de momento no me ponga en nómina con un contrato basura, yo ya me apaño, de veras.- El entrevistador puso los ojos como platos, y a continuación añadió –Verás chaval, has empezado bien y has ido empeorando a medida que te he ido dejando hablar… Aun así eso último que has dicho me ha gustado muchísimo, así que contratado. Empiezas mañana, y recuerda que a la primera falta te echaremos.- Él se levantó corriendo y emocionado, le estrechó la mano al entrevistador y le dijo con una sonrisa en la cara –No se arrepentirá- Y se marchó. Se entretuvo haciendo unas compras por la ciudad, más que nada para conocerla y después volvió a casa.– ¿Cómo te ha ido en tu primer día Jackie?- Le dijo con voz triunfante al llegar a casa. Cuando entró por la puerta se encontró a Jack tumbado en el sofá en albornoz con un gran helado de nata y mirando un culebrón sudamericano en la televisión. Cuando se volvió le vio llorando, y acto seguido agachó la cabeza y siguió comiendo. Tom dejó las bolsas en el suelo y se sentó a su lado –Pero ¿qué te pasa? ¿Tan mal te ha ido? Anda, déjame compartir tu quilo de helado y hablamos un rato, ¿vale?- Jack se secó las lágrimas –Cuando he llegado a la escuela y he entrado en la primera aula no sabes a quién me he encontrado.- Tom le quitó el bote de helado. –Dios, me voy a poner como una foca.- rió Jack –Me he encontrado a Ryan, y sobreentendió que le estaba persiguiendo. Tengo tanta mala suerte… Compartimos varias clases-– ¿Estás seguro de que no es gay? La verdad es que la situación es muy gay.- Dijo Tom arqueando una ceja.­–Haz el favor de no reírte de mí por favor. Si fuera gay no tendría novia ni me ahuyentaría.-– ¿Has pensado que quizás simplemente no ha salido del armario?- Jack le miró con cara de pocos amigos. –Pues claro que lo he pensado, de hecho eso es lo que me dijo esta mañana, pero claro, desde el alba a las diez de la mañana hay un abismo de diferencia. Ha cambiado mucho ¿sabes? Anoche me quería, y ahora… me aborrece. Los hombres son una mierda- Dijo robándole el helado a su amigo. –Muchas gracias, los hombres nos sentimos muy mal gracias especímenes como este; y no me bajes la autoestima hoy anda, que he conseguido empleo- Jack cambió la cara de golpe y de pronto se puso de pié. – ¡Pero eso es fantástico!- dijo en un tono jovial. –Ya podremos pagar el alquiler. ¿Y para qué tipo de trabajo han cogido al maravilloso hombre de la casa?- Tom le miró con una cara, como diciendo “no vuelvas a decir eso” y le contestó –No es que esté precisamente orgulloso de ello, pero… soy secretario.- Jack le abrazó muy fuerte. Se sentía orgulloso de él, y a su vez se sentía mal porque creía que solo los demás podían proponerse algo que al final les saliera bien.
Jack siempre se había sentido desgraciado. Se consideraba una persona demasiado débil para mantener una fijación como futuro, algo que tener claro, un proyecto de vida. Solo sabía que le encantaba cocinar, ese era su mundo. Sabía que si lo sacaban de los fogones se tornaba un niño frágil e inexperto que aún necesitaba descubrir muchas cosas del mundo. Toda su vida había estado a la sombra de su padre, él siempre le había estado restregando todo lo que había hecho bien en su vida, y según él Jack no había hecho nada que mereciera la pena. “Si al menos sirvieras para darme nietos… pero es que ni siquiera para eso sirves” Esa era una de sus frases favoritas. Sobre todo desde que les había presentado a su antiguo novio. Lo peor fue que se lo dijera mientras él estaba presente, precisamente por eso le dejó, por lo que además se sintió mal, tanto mal novio como mal hijo.
Tom se sintió realizado ya que su esposa no le permitía trabajar además así se sentía un hombre útil, sensación que muy pocas veces había tenido en su vida.
Por primera vez en la vida los dos chicos se sintieron como si fueran una familia.
–Parece mentira… después de estar tanto tiempo queriendo entrar y ahora no quiero volver si está Ryan- Dijo Jack en un susurro. –Pues no creo que tengas nada de lo que avergonzarte. Tú eres gay, ¿vale? Pero aquí es él el que se esconde, es él el que finge, no eres tú el que se está cambiando de acera continuamente. Como siga así un día van a atropellarle- Jack se rió, pero Tom se quedó serio. – ¡No es una broma!- le replicó –Eres mi amigo, y si tengo que ir a partirle la cara a ese anormal iré- Jack le quitó el helado a su amigo y estuvieron un rato hablando y riéndose, aquella noche ninguno de los dos salió.
Jack tenía una ventana en su habitación. Ya era tarde y las luces amarillas de la calle impactaban parcialmente en el suelo, donde casi solamente se distinguía la carretera. La brisa nocturna le daba en la cara, removiéndole el pelo. Se sentía libre por primera vez en mucho tiempo, a multitud de metros por encima del suelo y en un barrio mediocre, se sentía vivo. Se escuchó el rumor de una sirena de ambulancia por el fondo de la ciudad. Estuvo a punto de llamar a Tom solamente para que admirara la belleza nocturna de la forma en que él lo hacía, pero era consciente de que al día siguiente tenía que levantarse pronto. La verdad era que Tom le gustaba bastante, y no solo como compañero de piso, pero él sabía que Tom era hetero, y muy buen amigo además. Supuso que nunca encontraría a nadie que hiciera todo lo que estaba haciendo por él, y quizás confundió un poco el amor o el deseo con la gratitud, aunque ahora no era eso lo que le preocupaba excesivamente, sino el hecho de que mañana volvería a ver a Ryan, y que este tendría las mismas paranoias que siempre, por desgracia. Necesitaba valor para enfrentarse a aquello, valor que solo el alcohol podía darle.
Al día siguiente Jack se despertó con resaca. Tenía poco tiempo así que salió corriendo, cuando se levantó Tom ya se había marchado.
Llegó a clase con las gafas de sol puestas, y cuando se las quitó y alzó la vista vio a Ryan, lo que ya esperaba, aun así no estaba preparado. La clase era un recinto con mesas muy largas y cada espacio tenía todo lo necesario para hacer cualquier cosa. Avanzó por el largo pasillo rozando la mano por encima del mármol de las mesas, cuando llegó en frente de él se paró, y acto seguido le sonrió maliciosamente. – ¿Aún estás convencido de que te persigo? – Le preguntó quitándose las gafas de sol a pesar de que tras ellas se veía al propio Jack con ojeras y los ojos inyectados en sangre. Ryan no sabía muy bien que contestarle; por una parte la sonrisa de Jack le seducía y le parecía encantadora, por otra parte simplemente sabía que debía alejarse de él para no tener problemas. Entonces Jack le respondió –Mira… podemos hacer dos cosas morenito; podemos… seguir haciendo el imbécil acusándonos de cosas sin fundamento, algo a lo que pareces estar más que dispuesto y que nos va a provocar más que un dolor de cabeza o podemos olvidarnos de el asunto y tratarnos como compañeros, más que nada para que nadie se dé cuenta de que tuvimos un rollo y alguien se lo diga a tu novia, ¿no te parece?– Se lamió los labios sin dejar de sonreír. Ryan sonrió y dijo –No sé si te has dado cuenta, pero tienes un corte en el labio– Jack le volvió a sonreír por última vez y le dijo –Ya me parecía a mí– se puso de nuevo las gafas de sol y se marchó hasta otro hueco libre.Ryan se quedó mirándole perplejo. Él tampoco quería tener ningún tipo de problema, aun así Jack le parecía una pasada, sin embargo, él ya tenía novia y no podía cambiarlo. “Solo fue una vez, y no debería importarme” se dijo a si mismo mientras intentaba poner las medidas de los ingredientes correctamente. Jack desde lejos le guiñó un ojo mientras cocinaba a su rollo. Cuando terminó la clase le rozó la espalda al salir y Ryan suspiró agachando la cabeza.

Capítulo 2: El fin de una fantasía de infancia que se convirtió en el inicio de otra regresión infantil

En la misma mañana que Tom se escapó de casa había un hombre dispuesto a triunfar en Nueva York, por fin su sueño de viajar a la gran ciudad se había hecho realidad, él también había vivido durante toda su vida en Manhattan, y ahora quería comenzar la facultad en un lugar donde tuviera más posibilidades de prosperar, tanto profesional como personalmente. Quería demostrarse a sí mismo que podía valérselas solo, y lo tenía clarísimo, había traído dinero suficiente, que había ahorrado desde su niñez, para instalarse cómodamente en la ciudad de sus sueños. Se había permitido el lujo de volar en primera clase, un pequeño caprichito que le hacía modestamente feliz, solo pretendía hacerlo una vez en la vida, y con aquello ya estaba contento. Quería triunfar como el que más, pero no se hacía demasiadas ilusiones. No quería frustrar todos sus sueños tan pronto como se le acabara un plan para sobrevivir sin la ayuda de nadie, así que se puso a buscar apartamento. Quería comprarse un pequeño pisito de soltero, al fin y al cabo se lo podía permitir y resultaba más cómodo ya que pagando continuamente alquiler se le terminaría agotando el dinero que tanto le había costado ahorrar. A ser posible le hacía ilusión un ático, muy iluminado; no sabía exactamente porqué pero un piso pequeñito le hacía sentir mucho mejor que uno grande. Le resultaban incómodas las estancias grandes y vacías, y también los espacios abiertos y despejados; es posible que fuera un poco agorafóbico, pero no le resultaba un problema grave.
Se encontraba mirando en un escaparate de una inmobiliaria que no tenía muchas viviendas, y no eran muy lujosas, después del viaje en primera clase tampoco se podría permitir muchos lujos a partir de ahora. Tenía que pensar también en que tendría que buscar un trabajo a tiempo parcial compaginándolo con las clases para mantener su nivel económico. Venía con la cabeza bastante amueblada, y muy concienciado de todo lo que tenía que hacer. Aún así la vida le sorprendió. Sonó el teléfono, tenía puesta una música que se habría descargado de internet, seguramente; y se notaba que acababa de ponérsela, ya que tardó en reconocer su propia melodía debido a que no estaba acostumbrado a ella. Cuando se dio cuenta se apresuró a coger el teléfono, era su madre. Contestó con su habitual voz dulce, y un poco demasiado acaramelada, según decían los que le conocían. -¿Diga?- Preguntó al aparato como si no conociera el destino desde el que se efectuaba la llamada. Al oír su voz su madre se emocionó y rompió a llorar – Hijo, ¿estás bien? ¿No te ha pasado nada? Espero que la gran ciudad te trate como te mereces; mira, ya sabes que tu padre no quería decir lo que dijo, y está muy arrepentido, te echamos de menos, perdónanos hijo, vuelve a vernos pronto, tu padre se alegrará mucho.- Él, a pesar de que la llamada le conmoviera notablemente, la esperaba con impaciencia, aun así no le tembló la voz, no quiso que lo hiciera; se mostró firme, ya era un adulto, tenía que afrontar los problemas con la serenidad de un adulto. –Sí mamá, cuando termine el trimestre iré a pasar las navidades a Manhattan, ¿vale? Dile a papá que no se preocupe, que es agua pasada, no importa, gracias mamá… sí estoy bien,… gracias, adiós.- Dicho esto colgó el teléfono, y es que antes de irse había tenido una discusión muy fuerte en casa.
Cuando su padre llegó pronto por la mañana de su turno de noche, era guardia de seguridad de un museo, le había pillado haciendo la maleta para marcharse. Él, desde un principio no había aprobado la actitud de su hijo, y le negaba la estancia allí por su parte, él alegaba que el motivo para el que iba allí era depravado y anticristiano, aunque sabía que su hijo no era católico ni cristiano ni practicante, para él, devoto laico que iba a la iglesia todos los domingos era decir mucho. Él opinaba que todos los enfermos y depravados sexuales como su hijo iban a Nueva York para aprender un oficio de mariquitas que no les serviría para nada en la vida. En su aliento se notaba el olor a vino que había necesitado para quedarse despierto toda la noche, en efecto, medio ebrio y diciendo claramente todo lo que pensaba acerca de su condición sexual, y todos los de su calaña, prácticamente había echado a su propio hijo de casa. A su hijo, sin embargo le traía sin cuidado lo que su padre pudiera pensar de él, ya que había vivido toda su vida con la culpa que su padre le hechaba de todo.
Volvió a fijarse en los pisos de la inmobiliaria del escaparate, cuando de repente notó un tirón. Le acababan de robar la mochila. Cuando se recuperó del entumecimiento, tan solo unos segundos más tarde el ladrón ya corría calle abajo, y el chico, con una mezcla de terror y odio en el blanquecino rostro salió corriendo detrás de él. – ¡Eh, tú, devuélveme mi bolsa! ¡Al ladrón, al ladrón!- Él seguía corriendo, notaba el gélido viento en la garganta al respirar aire por la boca, tenía asma y se estaba ahogando. Le faltaba poco para atraparle, tenía las piernas largas, y en esa situación tenía una gran ventaja, si no fuera por aquello. No se podía creer que la gente fuera tan poco solidaria, es que ni siquiera se inmutaban, no se fijaban en la vida de los demás, ni si tenían problemas, ni si podían hacer algo para ayudar a los demás. Simplemente no se metían. Manhattan no era un pueblo hogareño donde todo el mundo tenía en cuenta a todo el mundo, sin embargo eran más cálidos y más amables, sin duda. A todo esto él seguía corriendo, atravesando parques, calles, avenidas…; prácticamente ya lo tenía al alcance, pero justo cuando fue a alargar un brazo para atraparle y hacerle devolver lo que era suyo se desplomó en el suelo, en plena calle.
Se llamaba Jack Wells, y tenía veinte años.
Despertó en la cama de un hospital que no conocía. Pensó que todo había sido un sueño, y le chocó no despertar en su cama de Manhattan; luego cayó en la cuenta de lo que le había pasado. Al lado de la cama había un hombre, sentado en uno de esos incómodos sofás de skay de los hospitales. Era un chico alto, se veía a pesar de que estaba sentado, rondaría más o menos su estatura. Un metro ochenta, o setenta y bastante. Tenía el pelo negro y corto, no destacaba para nada en eso, sin embargo sus ojos sí, el color de sus ojos estaba como difuminado, era indefinido, una mezcla entre verde y azul; este sonrió a Jack. Cuando le sonrió, notó que tenía las mejillas rosadas y la piel muy blanca. Con esas pintas Jack pensó que un inglés recién llegado a Nueva York se acababa de compadecer de él. –Vaya, veo que te has despertado por fin- No era una voz inglesa, Jack lo notó, sonaba más bien de donde se había criado él. Aunque era prácticamente imposible que una casualidad tan grande se hubiera dado en esa situación. La absurda idea azotó sus pensamientos, le hizo gracia y se echó a reír. –Eres de Manhattan ¿verdad?- Le dijo al chico que le había rescatado –Yo soy Jack Wells- Le tendió una mano. El chico no se la estrechó –Sí, soy de Manhattan, y sé quién eres, te conozco.- Jack apartó la mano y frunció el ceño. –Venga, te escucho.- El chico se extrañó –Vaya, no pensé que te habrías olvidado de mí; soy Tom Barris, íbamos al mismo instituto; un año coincidimos en clase, robamos un examen juntos.- Tom se echó a reír, entonces Jack cayó en la cuenta. –Por supuesto que me acuerdo de ti, tú eres el que se meó en los pantalones cuando robamos el examen, ahora recuerdo porqué nos pillaron.- Por un momento Jack dudó y desconfió al mismo tiempo – ¿Porqué me has ayudado? ¿No tenías cosas más importantes que hacer?- Tom acachó la cabeza. –Acabo de llegar esta mañana, te vi tendido en el suelo y me sorprendió que nadie se sorprendiera.--¡Qué casualidad!, yo también he llegado esta mañana, estaba buscando piso cuando me han robado mi mochila, y no tengo ni el dinero, ni el inhalador, ni nada, así que me ha dado un ataque de asma. Al menos pagué antes mi matrícula, menos mal.--No te preocupes, el médico ha dicho que en cuanto te despertaras y te encontraras bien ya te podías marchar, el alta te está esperando en la recepción. Por cierto, yo también busco piso, podríamos buscar uno juntos, ¿no te parece? Yo me he escapado con un poco de dinero, supongo que será suficiente, no es demasiado, pero podríamos apañárnoslas.- Jack le sonrió, se le iluminaron los ojos y mostró su perfecta y blanca dentadura. –Como para decir que no, me he quedado sin nada-. En cuanto Jack se vistió marcharon hacia la recepción, y de allí a buscar un piso.- ¿Qué estudias?- Le preguntó Tom interesado - ¿Cómo?- Le respondió Jack al no entender.- Has dicho que al menos habías pagado la matrícula, es la de la universidad, ¿no? ¿Qué estudias?- Ah, perdona, no había entendido… Bueno, en realidad es una escuela de cocina. ¿Y tú de qué huías? Has dicho antes que te habías escapado.-He huido de mi noche de bodas, no lo tenía caro, y me he dado cuenta de que casarte con una fantasía de la infancia no es ni la mitad de bueno de lo que parece.-Vaya, dicho así suena muy erótico, cuéntamelo por el camino, hasta que lleguemos hasta una inmobiliaria decente…-Está bien, yo desde el instituto estuve enamorado de Dayanne Marries, la hija de papá de aquel ricachón al que envidiábamos todos. Entonces ella se tenía que casar rápido para heredar y quedarse con el negocio familiar, y cuando descubrió que me gustaba, su padre me pidió que me casara con ella, porque así no tendría que darle la fortuna a su otra hija, que era una tirada y se había casado con un drogadicto en Houston. Así que ayer nos casamos y hoy me he dado cuenta de que todo había sido un error.-Pues que suerte, hay gente que tarda años en darse cuenta. Y tú no te andas con chiquitas, ¿eh? Apuntabas demasiado alto, era demasiado perfecto para que todo fuera perfecto.Entonces llegaron a la inmobiliaria. Vieron el ático luminoso que había visto Jack en el escaparate y lo alquilaron, pero se tendrían que buscar la vida para pagarlo otro mes, porque se habían quedado casi sin dinero.Tom decidió que de momento él se pondría a trabajar, y así podrían pagar el alquiler sin tener Jack que interponer el trabajo en sus estudios. –No sabes lo maravilloso que eres. Oye, cualquier cosa que quieras me la pides, de veras, lo que quieras. Te quiero, te quiero y te quiero macho.- Prácticamente se puso a llorar, y le abrazó tan fuerte que cayeron los dos en la cama de Tom. Jack aún tenía lágrimas en los ojos cuando Tom cayó en la cuenta en ese momento de lo importante que era para Jack su carrera profesional, entonces le preguntó –Mira, hace tiempo que no nos vemos, hemos tomado caminos distintos y podría decir con total seguridad que casi no te conozco, aun así quiero preguntarte ¿Tú por qué quieres hacer lo que haces? O sea ¿Cómo es que te vuelcas tanto en esto? Solamente es una carrera para un trabajo, no puedes vivir para trabajar. Solo tienes que trabajar para vivir. ¿No?- Jack dejó de llorar y se secó las lágrimas, se sentó a su lado y le hizo un gesto para que se incorporara, acto seguido se levantó y le pidió que le siguiera, se fue a la cocina y Tom le acompañó. –Quiero que mires atentamente todo lo que voy a hacer, y quiero que lo valores todo.- Entonces se puso a cocinar con lo primero que vio en la cocina, un trozo de lomo. Cortó verduras, cortó hortalizas las aliñó, hizo una salsa con aguacates que encontró en un frutero, hizo el lomo a la plancha y puso la ensalada en redondo dejando un hueco en medio para ponerle el lomo, luego encima le echó la salsa por encima de este. – ¿Qué te parece?- Le dijo –Sinceramente, pruébalo si quieres- Tom lo probó, estaba delicioso – ¿Qué me quieres demostrar con eso? Si que está bueno, y es original. ¿Cómo se te ha ocurrido hacer todo esto de un simple trozo de lomo?- Jack le miró con cara de suficiencia. –Precisamente esto. Para mí, lo que te estás comiendo no es un trozo de lomo, te estás comiendo mi obra de arte. La cocina es un arte efímero, aun así yo disfruto con él, por eso me quiero ganar la vida así. Cocinar es como una droga y yo simplemente me he enganchado a ella.- Se apoyó en la barra que separaba la cocina del salón. –Pues espero que tu droga me alimente a mí también, porque este lomo me ha gustado, así que de ahora en adelante cocinas tú- rió Tom.–Perfecto-contestó Jack –Entonces tú haces la colada, ¿no?- Tom asintió –Lo que sea por mi cocinero favorito- Le dijo sonriendo. –Oye, pues podríamos salir esta noche por ahí, ¿no? Así nos conocemos un poco más ya que vamos a compartir el piso y tal.-–Por mí perfecto, pero no quieras llevarme a un sitio gay de esos tuyos, ¿eh?- dijo irónicamente. –No lo haré, no te preocupes, pero que conste, que no lo hago porque aún no conozco ninguno, que sino ibas listo- Los dos cogieron las chaquetas y salieron riendo por la puerta.

Mi proyecto 20: Adán y Adán

Capítulo 1: Y se declararon marido y mujer hasta que la rutina les separara.

Tom acababa de casarse, y tenía suerte, Dyane Marries aceptó la propuesta. Había soñado con ella desde el instituto, y por fin un día se conocieron, en la fiesta de final de curso del último año. Ella era la hija de un empresario ricachón cuyo dinero procedía, además de la nueva empresa que había creado, de la pequeña fortuna familiar, que en realidad era una gran fortuna. Así, que Tom había accedido a casarse con su fantasía infantil además de con una heredera millonaria. Todo le salió redondo, solo tenía un pequeño problema, la edad. Todos sus familiares le decían que no era ni lo suficientemente maduro, ni adulto para aceptar lo que una relación matrimonial suponía; en cierto modo tenían razón, Tom Barris tenía, cuando se casó, dieciocho años recién cumplidos.
La familia Barris no era precisamente acomodada, pero tampoco les faltaba de nada. Habían vivido en Manhattan desde toda la vida, y siempre soñaron con que su hijo se casara por amor. Tom sentía la necesidad de estar con aquella mujer, aunque quizás confundiera el amor con las ilusiones frustradas de un niño de quince años. Y por infortunio lo descubrió demasiado tarde, entre las sábanas de su nueva casa en el centro de la isla, con toda clase de lujos y comodidades que solo las familias más aventajadas de la ciudad podían permitirse. Efectivamente, su matrimonio había caído en la rutina tan solo seis meses después de que se produjera.
Así que, sin ni siquiera pedir la anulación, Tom Barris huyó despavorido de la prisión que tan solo hacía unos pocos meses había comenzado a considerar su dulce hogar.